sábado

VIDA 3,14-16: De la norma al uso.

REFLEXIÓN
                  Hay quien se toma la vida como papel de culo,
sólo la usa para llenarla de mierda. (Silvio Morelli)

–Me voy a cagar en tó. ¿Hoy qué día es?. ¿El día de San Bordillo?.
Ramiro observa a sus compañeros, Alberto, José Juan, Ernesto y Antonio, sentados en la acera y con tono inquisidor vuelve a preguntar:
–¿Pero a qué hostias habéis salido vosotros?.
–Cagüen... tienes razón.
–Ey, escuchad... En este bar están poniendo una de “Leño”. ¿Vamos?.
–Pasa el cachi...
Sientes la Soledad/ que ocupa todo tu espacio/ y tienes que salir de él,/ tu gente, tus amigos,/ nadie tienes, es amargo/ pero quieres emprender./ Tengo una solución/ que te ofrezco amigo mío/ y a cambio nada me des, / las luces mortecinas son problema tuyo y mío,/ lo vamos a resolver. (Leño, “Apágalas”).
La noche, hace ya tiempo que reina las calles, y con ella, se ha extinguido el calor del día. La oscuridad extiende hoy el más corto de sus reinados.
Su manto de estrellas se dibuja difuso y apagado, sepultado por la contaminación y las luces de la ciudad, mientras la luna compite por ser la más bella de todas en el oscuro firmamento.
        Es viernes por la noche, y las calles parecen más despiertas que por el día con un montón de jóvenes pululando alrededor de las luces de los pubes nocturnos, como enloquecidas polillas enamoradas de ardientes lámparas incapaces de amar.
        –Una más y me voy a casa...
–¿Mmmh qué coño dices, Ernesto?.
        Alberto mira a su alrededor con somnolientos ojos, extasiado por el etílico encanto del alcohol.
Son caras que sonríen. Ahora sólo importa lo que importa: nada. Y mañana... mañana será de día. ¿Un día más?.
Un día menos.
        El cachi pasa de mano en mano, bailando, derramando su contenido con cada movimiento. Los hielos chocan intentado no ser engullidos por las ávidas gargantas que los arrastran. El bordillo parece el más seguro de los lugares para no caer por la falta de equilibrio. Levantarse será una aventura, pero para entonces habrá que pedir más alcohol y será totalmente necesario.
         Es viernes.
         Y es de noche.
         Y esta noche empieza el verano.
         La garganta arde y el cerebro da vueltas buscando la salida. Intentando ahogar las penas no se dan cuenta de que flotan, y están saliendo a la superficie.
         Por un momento las farolas se vuelven estrellas y las estrellas titilantes sueños ahogados en la noche.           
El asfalto es el mudo confesionario en el que angustias, miedos y secretos se entremezclan con potas y meados en un infernal y amargo cóctel de urbanidad.
       Todo va muy rápido y los relojes de pulsera laten fuertemente empujando cada segundo al abismo de la eternidad.
–¿Se puede saber de qué coño te ríes?
–¡Mira!. ¿Ésta no es la canción del anuncio del coche?.
        –¡¡Dos calimochos, una San Miguel, una Voll-Damm y...!!
        –...¡¡Ron con cola!!
        –1150.
–Yo luego una tónica, que si no me pongo malo ¿eh?.
        La música está bien y todos bailan haciendo más o menos el mico. Ritual danza que aleja los malos espíritus del Tedio y Aburrimiento. Comulgan con la nocturnidad y es pecado mortal llorar.
        –Cagüen tó. ¡Qué mierda música están poniendo ahora!. Vámonos.
–¿Eh?. ¡Ah!. Sí, sí, claro.
        A empujones y a base de quemaduras de cigarrillo se abren paso hasta la puerta.
        El agobio de gente golpea sus rostros y la conversación empieza a otra hora, en otro bar, con otras caras y otras cervezas.
–¿Escribir?.
–Sí; las movidas que tenemos y todo eso… Me jode que soy muy burro para esas cosas, pero estaría bien.
–Bueno, oye…
–No, es cierto. Me resulta deprimente que nadie hable de nosotros cuando estemos muertos.
–Mejor. Sería demasiado que encima de haber palmado, nos zumbaran los oídos. Además, lo único que le faltaba ya a tu madre es que se enterase de a lo que te dedicas.
–No es eso, es que… míranos, ¿a quién le importamos?. Yo cuando muera no voy a echar nada de menos. Ni nada, ni nadie, me va a echar de menos a mí, que es lo grave.
–Venga, Ram, deja eso que me pones mustio al Alberto.
Algo se resquebraja en un alma. Un vuelco en el corazón cuando la verdad desnuda se muestra ante los ojos. Una determinación. Fuera, todo sigue igual, y tras la fachada, el alma se cae a pedazos. Cristales rotos en el estómago. Pinchazos en el costado. La culpa atenazando el cerebro.
Necesidad de huir.
–¡Hostias!. Me voy a potar...
–¿Te acompaño?.
–Deja, deja...
–Venga, José Juan. Si eso luego vamos al “Cutre”.
–¿Dónde va Pepe?.
–¿Quién, José Juan?. Coño, ¿es que nunca te enteras de nada?. Eres la leche, Toño.
Con una mirada reflexiva sobre las cervezas, apoyados en la barra del bar, callan durante unos segundos. Lo que hay que decir esta noche ya lo dicen las miradas y las canciones.
La música suave y el murmullo de la gente ahogan un suspiro que se eleva por encima del humo de los cigarrillos y de las risas. Alberto acierta a decir:
–… Nuestros recuerdos se perderán como lágrimas en la lluvia.
–Desde luego, menudas referencias culturales tienes…
–Vete a la mierda Ramiro, que has empezado tú. Siempre me hacéis lo mismo. Me voy a echar un meote.
Un último trago, el rebuscar de calderilla en el bolsillo izquierdo y el tintineo de las monedas sobre la barra ponen fin a la conversación.
–Yo me voy a tomar ya la última, que voy muy mal.
–Siempre quejándote, Ernesto. Vámonos a otro sitio.
Las farolas se yerguen orgullosas dando luz a la oscuridad de la gente que se tambalea de un lado a otro de la calle, persiguiendo una canción, unas risas, unas copas. O un perfume.
Errantes vagan calle arriba y calle abajo ensimismados en los brillantes neones, esquivando a la gente, parándose a saludar alguna cara amiga. Hasta que entran en el bar de enfrente.
Una canción cruza su mente y una sonrisa brilla en sus rostros.
¿Te vas a dejar la piel o te tira el acomodo? / ¡Mal!, ¡qué bien! / Siempre hay una historia que ofrecer...(“Siempre hay una historia”, Rosendo Mercado)
–¿Te acuerdas…?
–Sí. El verano pasado en Burgos… Si llega a estar aquí el José Juan es que lo flipa.
–Es buena la canción ¿eh?.
La barra se dibuja lejana a través de la niebla de gente y el agolpamiento de humo. Lejana, pero seductora ante la promesa de más litros de alcohol esperando aplacar la sed de unas gargantas ávidas de ahogar penas.
–Ponnos tres chupitos de vodka y cóbrame.
–…
El bullicio de la calle crece conforme la noche engulle sus almas y los primeros vecinos empiezan ya a amenazar con cubos de agua.
–Sí, sí, la última y me voy. Porque es tarde y tal...
Alberto medita mientras mea en la esquina. Ha bebido mucho. Pero no lo suficiente.
Se agacha y coge el botellín de cerveza, aunque por un momento duda que sea el suyo. Avanza calle arriba tropezando con el empedrado de la calzada, intentando encontrar su centro de gravedad. ¿Está de veras tan borracho?.
No. El Ayuntamiento debería asfaltar la zona.
La calle está llena de caras que no son las de sus amigos y no recuerda dónde dijeron que estarían. Deja la botella en una repisa y entra al bar, a uno de tantos. Mientras haya cerveza, habrá esperanza. Mientras haya esperanza, habrá motivos para emborracharse.
El verano está dando comienzo esta noche, pletórico de nuevas promesas de fiestas y calor sofocante. Y peligrosas amenazas.
El reloj de La Suerte marca la profecía: / Deseo, angustia, sangre y desamor. / Mi vida llena y mi alma vacía, / yo soy el público y el único actor.... (“Frío”, Txarrena)
–Se van a joder.
José “Pepe” Juan no está seguro de si habla sólo o no. Pero le basta con escuchar sus propias palabras saliendo de su boca.
Le han quedado cuatro para septiembre. Y en casa no lo saben.
Todavía.
Pero se enterarán.
Y pronto.
–Se van a joder porque mañana no me pienso levantar a comprar el pan y el periódico. Se van a joder porque no pienso llegar pronto hoy a casa. Se van a.... Se van a joder.
El cubata arde en su garganta y él sigue inclinando el vaso aguantando la respiración.
–Aaaaah. Se van a joder porque he dejado cuatro. Y la beca se ha ido a tomar por culo. Y me van a meter a trabajar. Fijo que me meten a trabajar.... Y se van a joder por amargados y por meterme presión.
El vaso resbala de su mano y estalla en mil pedazos. El ron con cola se pierde por la alcantarilla mientras Pepe con lágrimas en los ojos observa los cristales rotos de su alma y su futuro reflejados en el frío suelo. “Mierda cubata. Voy por una cerveza”.
Alberto se siente mareado y no es por el alcohol. “Joder, sesenta bares lo menos y está en éste”. Marga está allí. A sus amigos no les conoce, pero son muchos y más grandes que él. “Y fijo que con coche”. Ella se ríe. Seguramente el hijoputa del chiste le está comiendo el escote con los ojos y no tardará en llevársela a cualquier portal para meterla mano.
–¡Un bourbon!
Un puto bakaladero con papelina en ristre y coche blanco más deportivo que utilitario los domingos y algo más plástico para quemar que él entre semana. Envidia es lo que tiene. Alto, guapo, cachas “que te dan pol culo si te agachas”, con coche y pelas. Aunque eso significara escuchar bakalao y renunciar al rock, seguro que Alberto firmaba ahora mismo por ser como ellos.
–600.
“La bebida de los duros de jólivud”. E intenta imaginarse a James Stewart en su situación, y recuerda que James Stewart no era ningún duro. Pero bebía bourbon. Y James Stewart era la hostia. “James Bond bebe vodka con martini -agitado, no revuelto- y no tiene ni media leche. James Stewart, ¡ése sí que era un tío!.”
–¿Y el subnormal de Alberto?.
–A mear...
–Eso fue hace tres bares.
–Déjale, Ram, que no se pierde.
–Bueno ¿y Pepe?.
–Uy, ése sí que se ha perdido. No aguanta beber.
–Joder, para un día que salimos todos juntos...
Ramiro mira a su alrededor y no les ve. Se pasa la mano por la cara y resopla. Es verano. El último verano. Dejarán de verse, lo sabe. Sus vidas seguirán otros caminos. Y eso le duele más que nada en el mundo. Más que cuando le partieron la cara las fiestas pasadas. Él y sus amigos fueron luego a darles. Sus amigos fueron quienes le ayudaron. A la hora de la verdad son ellos quienes están ahí. Para lo bueno. Para lo malo.
Y éste, era el último verano.
–¿Y cuándo dices que tocan?.
–El veintisiete.
–Yo voy.
–Y yo.
–¿Y quién dices que toca?
–Joder, macho: Kontainer.
“Aunque eso es lo de menos, tíos, eso es lo de menos”.
–Es tarde. Me tomo aquí la última y me voy a casa.
Sentado en el bordillo y con la cabeza entre sus manos, sueña con un lugar mejor: Un lugar en el que no es un número del cero al diez ni se le valora por lo que pone en un estúpido folio en blanco sino por cómo es realmente. Sueña, como tantas veces, con que puede volar, lejos, muy lejos. El suelo parece desaparecer bajo sus pies y el alcohol mezclado con la desesperación empuja la determinación que tanto le había costado ocultarse a sí mismo. “Ésta se la dedico al presidente de la segunda república, al señor Faraday y a Bolzano. ¡Olé tus cojones Pepe!”.
–¡¡Hola Margarita!!.
–¿¡Qué hay, Alberto!?.
–Oye, ¿quién es éste?.
–Nada, Luis, un compañero de clase. Deja que os presente.
“Mecagüenmiputacalaverauncompañerodeclasetócateloscojones”.
–Bueno, ¿y?.
–Nada, oye, que es que te tenía que comentar yo... ¿Te vienes un rato para fuera?.
–Eh, que está con nosotros.
Alberto le contesta algo así como que él no es el dueño de la chica. Entonces Luis la aparta a ella de un manotazo y se le encara llamándole enano de mierda. Alberto, preso de una furia asesina viendo cómo la ha puesto la mano encima le suelta un puñetazo en todos los morros y se lleva a la chica saltando a través del cristal. Entonces un empujón le arranca de su sueño.
“Vale, Alberto, no estalles, que este hijoputa y sus amigos te pueden hacer pupa”.
–¿Te vienes, Marga?.
–Sí, claro. Bueno, luego os veo.
Alberto lleva mucho tiempo haciendo el canelo con esa chica. Él siente algo por ella que intenta desgranar durante febriles noches en miles de versos y que no logra. Pero lo que siente ella.... Le desconcierta. Un pasado en común es lo que tienen y una fortísima amistad. Alberto se siente encerrado para siempre en tener que compartir con ella sólo palabras y gestos de amigo. Se siente encerrado, por no poder acariciar sus mejillas mientras besa sus labios. Por no poder expresarla su amor. Por perder la amistad que un día les unió...
“Un compañero de clase, ¿y lo de la bahía se lo dice a todos los compañeros de clase?. ¿Eran imaginaciones mías?. Mierda, ¿cómo no puede sentir por mí lo mismo que yo siento por ella?”.
–Me alegro de verte Alberto. El verano comienza y ya no nos veremos tanto, ¿no?.
–Claro. Quería estar un ratito a solas contigo por eso precisamente. Oye, ¿te apetece dar un paseo?.
Todo gira, cada vez más violentamente. La música envuelve la noche con una fina mortaja de diversión y sueño perdido. En las esquinas, la gente mea. Y tras los contenedores, vomitan el desenfreno.
–Pues el último disco es cojonudo.
–A mí me gusta ésa de “La vida es un sueño / donde no te dejan soñar”.
–Sí, ésa es buena.
–Rosendo es Dios, y Kontainer, sus profetas.
–Oyes, Fernando ¿has visto al Alberto?.
–Sí, estaba con la Marga hace un rato en el “Zapatazo”.
–Va, venga, gracias.
–Joder, el Alberto parece imbécil.
–Esa tía le tiene más cogido...
–Para el caso que le hace....
–Sí. Alberto todo el día pensando en ella, y luego va y se marcha con el primer gilipollas que se la cruza.
–Hostias, macho, que la tía no es así. Lo que pasa es que debe tener novio o algo.
–Mira, yo sólo sé que Alberto lleva dos años muy malito con la pava ésta.
–¿Sabéis lo de cuando estuvimos de excursión y se perdieron en la bahía?.
–No jodas... cuenta, cuenta...
–¿De qué habláis?.
–Calla, canalla.
–A mí me lo contó Alberto.
–Pues...
–¿Pero dónde cojones está Pepe?.
La calles van apareciendo más y más desiertas conforme se alejan de la zona de bares. Las farolas iluminan tímidamente el paseo, escuchando atentamente el susurro sordo de los árboles que vigilan ambos lados del camino.
La brisa mece sus cabellos y sus ojos brillan. Alberto podría estar mirándola así, por el rabillo del ojo, toda la eternidad. Pero el tiempo apremia y el alcohol empuja sus palabras, que no son mucho más fuertes que el suave murmullo del río que acompaña sus pasos un poco más abajo.
“Pero tú José Juan tienes mucho talento”, “Tú vales mucho”, “Sólo tienes que esforzarte más”, “Con el interés y el empeño que pareces poner llegarás muy lejos”, “Tú tienes talento... talento... talento...”
–¡¡¡Iros a la mierda de una puta vez!!!.
Estalla en sollozos y las voces siguen en su cabeza recriminándole cosas de las que empieza a sentirse terriblemente culpable.
–¿Qué es eso del talento?. Una mierda el talento... Se ha esperado de mí cosas que no podía hacer, que no puedo hacer joder.... Y ahora todo ha acabado. ¿Qué es eso del talento?. Algo que todos dicen que tengo y que yo no siento. ¡¡¡Mierda para todos!!!. ¡¡¡¡Me cago en el peso específico del cloro!!!!. Soy una mierda y no hay sitio para mí en esta letrina.
Sentado sobre la barandilla del puente se mira los cordones de los zapatos, fuertemente unidos por un nudo. Arranca la quinta de cerveza de su lado y tras un trago largo la manda lejos, muy lejos...
–Ha caído al río. Una puta botella sin mensaje, como yo.
Apenas puede ver nada con sus ojos cubiertos por lágrimas. Torpemente se quita el cinturón y se lo ata a las muñecas mientras deja de llorar.
–Margarita, no hables durante un momento y mírame a los ojos.
Tímidamente, Alberto coge sus manos mientras mira cómo los pechos de su compañera se agitan tras la blusa, guardiana de prometedores secretos. Ella sabe palabra por palabra lo que va a decir. Pero escucha con los labios entreabiertos.
–No te lo puedo decir de forma romántica, porque no sé. Pe-pero... ¡¡Hostias!!. ¿¡Ése es Pepe!?.
En medio de las sombras, se deja caer por el puente. El chapoteo se oye por encima de los ruidos de la noche y Alberto gritando, corre como no ha corrido en su vida.
–¡¡¡Pepe!!!
Sueño, sueño, sueño. / Sueño que tuve un sueño, / y en el sueño soñaba que soñaba / que no podía soñar.(“La vida es sueño”, Kontainer).
(Lento fundido en negro. Elipsis argumental que da lugar a una nueva escena)
Tendido en el suelo respira a duras penas mientras Alberto y Marga le desatan.
–Marga, corre a buscar a Ramiro y a los demás.
Sus ojos se dicen todo lo que se tenían que decir y nadie habla más. Sus pisadas se pierden paseo arriba. Y con ella, los suspiros de Alberto se ocultan de nuevo detrás de los arbustos.
–Cof-cof. Te he jodido, Alber. Para una vez que te lanzas a por la chica....
–Joder, tío. ¿En qué piensas?. ¿Qué coño te pasa?.
–No, no sé.
–Yo sí que lo sé... ¡Te ha ido mal en los estudios!. ¿Y qué?. ¡Qué les den por culo a los estudios!. Nos tienes a nosotros. Sabes que te queremos tío.  Tienes una vida esperándote ahí fuera. ¡No sabes qué te depara!.
–Berto, esto es una mierda. Que paren el mundo que me bajo aquí.
–El mundo no se va a acabar aquí ni ahora. ¿Te vas a perder ver hoy amanecer con los amigos?. ¿Te vas a perder el concierto?. ¿Te vas a perder un verano de juerga?. José Juan, Pepe, hay muchas cosas tío. Estamos nosotros. Estás tú.
–¿Me tomas, cof, el pelo?.
–Sabes que un amigo nunca haría eso. Como dice Conan el Destructor: “Tienes el destino al alcance de tu mano”.
–Tú y tus, cof-cof, películas...
            Todo se tiñe con el húmedo tinte del agua sucia y de la confusión. Media hora después todos están en el puente.
            –¡Alberto, Pepe!. Joder, menos mal que nos ha encontrado Marga.
            –Tíos, estamos bien, de verdad.
            –Yo un poco mojado, je...
            –Joder, Pepe. ¡Mira cómo me he puesto la chupa por sacarte de ahí!. Ahora de la rabia te empujaba yo.
            Alberto abraza fuertemente a Pepe.
            Todos los amigos se funden en un gran abrazo. Mañana dirán que tenían polen en el ojo. Ahora, están conmovidos.
            –Joder, ahora mismo te vienes a mi casa a secarte y mañana...
            –Mañana será de día, sí.
            –Vamos, Alberto –apremia Ernesto–.
            –No, yo me quedo...
            Todos sonríen, en especial Pepe, mirando cómo Marga agarra la cintura a Alberto.
            –No, claro, tendréis muuuucho de qué hablar.
            Alberto tiene cara de pardillo, pero no se le nota porque es de noche. Y es viernes. Y está todo oscuro.
            –Bueno, venga, sí, supongo que vamos todos a echar la última.
            –¿Qué dices, pecadorrr?. La última la tomaremos el día del Juicio –exclama Pepe riéndose–.
            La noche más corta de año, la más larga de sus vidas, finaliza. Amanece, y ya parece más que suficiente por esta noche.
            Todos ríen. Es el comienzo del último verano. El comienzo de sus vidas.

            Y aunque la vida sea un sueño / no pienso dejar de soñar (“La vida es sueño”, Kontainer).